sábado, 8 de noviembre de 2008

LA TRATA DE PERSONAS ES UN MUY BUEN NEGOCIO.


Siendo la trata de personas una actividad netamente ilícita, con una enorme cifra negra, ni siquiera se puede tomar como referencia las denuncias policiales o judiciales, pues las personas en la trata se hallan imposibilitadas de denunciar, y muchas de las que por sí mismas o por otros medios se han liberado, en general no radican denuncias. Es decir en este tema no existe posibilidad de cifras ni siquiera aproximadas, son todas simples estimaciones. Por ello, a veces sucede que sobre un mismo aspecto difieren las cantidades enunciadas, por este motivo las cifras son muy diferentes dado que resulta muy difícil conocer el número de victimas.
La finalidad precisa de la trata de personas es la explotación, fundamentalmente sexual y laboral; aunque el motivo puntual de la misma es la obtención de ganancias elevadas, lo que inserta y relaciona indeleblemente el tema con el sistema económico mundial, siendo esta inserción una de las causas principales de su estabilidad, crecimiento y globalidad.
Esta condición es la que dificulta sobre todo el logro de un retroceso efectivo de la trata y explica la falta de voluntad política para actuar contra ella.
Los 32mil millones de dólares que se supone que son obtenidos anualmente por esta actividad criminal son suficientes para comprar permisos, fijar políticas, hacer uso impune de la violencia y también financiar a algunos políticos y artículos periodísticos.
Este dinero alcanza para que no se quiera ver los lugares de trabajo esclavo y para que se compre suficiente publicidad para convertir a los burdeles en lugares de placer, de esparcimiento y hasta de ejercicio de la libertad sexual, ocultando la explotación y denigración humana que en ellos se ejecuta.
Al hablar de ganancias, la explotación de la prostitución ajena son las mayoritarias, de ahí el 90% de las personas tratadas con este destino son mujeres y niños. Este tipo de esclavitud es una industria mundial muy lucrativa, controlada por poderosas organizaciones delictivas como la Mafia.
El turismo sexual es otra de las finalidades de la trata de personas, esta forma de prostitución es un provechoso negocio para delincuentes y gobiernos.
Mientras que la trata con fines de explotación sexual implica el transporte de mujeres y niños, por lo general de lugares o países pobres, para satisfacer la demanda de los consumidores de prostitución en países desarrollados.
En el turismo sexual sucede inversamente; son los clientes de la prostitución quienes viajan a los países pobres para satisfacer su deseo de sexo con mujeres y niños.
En ambos casos el denominador común es la demanda por parte de personas con capacidad económica de países ricos, y las víctimas son mujeres, hombres jóvenes, niños y niñas de países pobres.
El turismo sexual constituye un componente creciente de la industria sexual global que se calcula en 4mil millones de dólares al año.
Alrededor de esta actividad se despliega una serie de actividades dispuestas para facilitar al extranjero el acceso al tipo de sexualidad que dese: guías turísticas, personas en prostitución, casa de visitas no oficiales, prostíbulos de diferentes niveles, casas de masajes, etc. Se ofrecen por Internet paquetes turísticos que incluyen el abuso sexual de menores.


COMPLICIDAD GUBERNAMENTAL.
Es evidente que para que las redes de trata puedan operar en todo el país e incluso internacionalmente con tal movilidad e impunidad, necesitan de protección en todo el proceso por parte de policías, custodios de fronteras, funcionario municipales, jueces, fiscales, diputados, senadores.
La Argentina alberga zonas liberadas donde sobresale la impunidad para los delincuentes que practican la trata de personas, fundamentalmente centrada en la compra de mujeres que son sometidas a regímenes de esclavitud sexual; estos delitos cuentan con la complicidad de las autoridades.
Según cifras de las Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que en este negocio ilegal participan directa o indirectamente, cerca de 500mil personas en nuestro país.
Por acción o por omisión, el Estado es negligente, cuando no cómplice, y su inacción frente a los operadores y las redes que generan y facilitan estas acciones es inadmisible.
Esta complicidad deja de ser individual para volverse estructural; integra el engranaje mismo de los gobiernos cuando éstos obtienen réditos para su funcionamiento de la trata de personas y de sus formas de explotación como por ejemplo la prostitución.
De este modo, el propio sistema democrático se pervierte cuando el funcionamiento de los partidos políticos y para las campañas electorales, se recurre al dinero que aporta la prostitución.


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